LO CONOCIDO NUNCA ES TODO LO QUE SUCEDE, HAY MUCHO MÁS QUE PASA Y ES POSIBLE DESCUBRIRLOredactorjosé lópez


lunes, 20 de febrero de 2012

Un espejismo del sentimiento


Tal vez lo haya contado alguna vez pero no me avergüenzo de estirar un nuevo recuerdo hacia ella. Me dolería el alma haber dejado pasar la conmemoración de esa fecha infausta, el día que la gringa de los ojos inmensamente celestes sepultó el dolor de “ya no ser” y voló de nosotros. Ella ya era de la noche porteña y su voz había impregnado Buenos Aires con la magia que desprenden los que vienen a este mundo con un equipaje distinto. La conocí en su pueblo una noche de carnaval, después del corso en la avenida, ella bailaba como todas las chicas en el club Sarmiento. Rosana andaba por la gran capital haciendo su propio destino en compañía de su familia y estaba de paso en Humboldt, tierra de la que jamás podría despegarse. Eran los 70', apenas había empezado su incursión en el “dos por cuatro”, y aún nadie imaginaba la dimensión que cobraría su figura, la radiante personalidad de la piba que cuando cantaba, no dejaba a nadie indiferente o incapaz de prenderse a su interpretación. Se apagó a los veintinueve años, por una enfermedad cruel que no espera ni da nuevos plazos, salvo excepciones. Esa vida que uno suele suponer hasta la edad de los abuelos, de los nietos, del otoño tan mentado, no sería suya y tampoco el camino de estrella que supo conquistar. La vimos en los escenarios presentados en los programas televisivos de la época, la mitad de los setenta fueron de la Falasca, iba por más, compartía cámaras entre los grandes, esos mismos que se daban vuelta para escucharla y admirar su presencia. Con el permiso de los lectores que a veces me atrevo a tomar sin permiso, hoy pretendo imaginar un encuentro fantástico, lleno del brillo nostálgico tal cual corresponde a los gigantes de quienes hablo a continuación.

“El boletero hace rato que vendió el último ticket y se fue al salón para no perderse nada. Afuera quedaron los que no pudieron entrar a tiempo, por que la capacidad del antiguo salón del Club Sarmiento no daba para más. A pesar de todo nadie se iba nadie de su vereda, Imagínate, la cartelera anunciando a la “Gringa” más un invitado sorpresa y gran orquesta era un “gancho” imperdible. Habiendo terminado de afinar los músicos, hubo movimientos en el telón y el murmullo de la gente se volvió un “increscendo” impresionante, diría de sinfónica, cuando se saca todo a los instrumentos. Las luces buscan en cada extremo del tablado, y en uno aparece un señor peinado a la gomina con el sombrero en la mano, de rostro jovial y sonrisa amplia. Del otro sale la esbelta muchacha de largos cabellos rubios, “faroles” a pleno y labios de ensueño. El silencio que el público dispensó a la pareja se podía cortar. “¿Pero qué pasa mis amigos, o es que no lo conocen a Gardel?, un servidor para lo que gusten mandar. Me hice amigo de esta “preciosura” - siguió hablando don Charles Romualdo - hija de estas calles que canta un montón y le dije, che Malena, qué le parece si vamos a su pueblo y les damos una sorpresa a su parentela y amigos en general?. “Perdone lo de Malena, “Mi Lady”, es que ese tema se lo escuché cantar bastante y me gustó pegarle el apodo. Además, al descubrirla pensé “al toque” que usted hubiera estado despampanante para mi película “Las rubias de New York”, ¿cómo nos perdimos eso?. Pero ahora estamos en otra, ¿qué le parece si ejercemos nuestro oficio ante el respetable que está esperando?. “Como usted diga Don Carlos”, respondió Rosana.
Por lo bajo y poniendo una mano en el costado de su rostro, el señor, que increíblemente era Mariano Mores, desde el piano preguntó - “Carlitos, ¿cuento cuatro? - impaciente por tocar y nada menos que con tal dúo fuera de serie. “Dele Maestro, acomódese el “jopo” y aporree no más el nácar, marque la entrada que con la dama nos arreglamos” – contestó Gardel.
Fue una actuación inigualable y rotundamente feliz. Las flores llovieron imprevistamente con la canción final, y nadie guardó sus lágrimas cuando el morocho del Abasto y la princesita humbolense, bailaron al compás de Mores que también cantaba tan satisfecho como desafinado. Aquella noche quedó en el corazón de mucha gente. En todos los que abrieron su alma para dejar entrar los duendes de la fantasía. Otros dicen que no pudo ser, que en la sala y mucho menos en el pueblo, ese día no hubo nada.
Yo quise escribir un cuento y busqué coincidencias entre la realidad y mis sueños. Ahora no sé si esto ha sucedido o es un invento, un deseo o un espejismo sentimental.

por José Luis López Romero


4 comentarios:

Ligia dijo...

Sea un sueño o sea una realidad, es un cuento con mucha añoranza. Gracias por pasar por mi blog y dejarme el comentario. Abrazos

Anónimo dijo...

hola Jose: bueno que puedo decir de Rossana la conoci cuando el papá tenia una orquesta y ella cantaba y iban por todos los pueblos y ciudades a los bailes, en ese momento habia otra orquesta en Humboldt que se llamaba LOS IMPERIALES DEL RITMO Y casi siempre los contrataban a las dos en el mismo baile. y en esta orquesta tocaba Daniel, por eso la conoci mucho, era una persona muy buena amorosa. pero lastima que se fue muy joven.
con respecto a la nota segui soñando que fue realidad, esta muy buena.
un abrazo Graciela

fus dijo...

Lo importante es que tu lo vivas como una ilusiòn o como una realidad.

un saludo

fus

josep dijo...

Triste historia pero al menos te queda el placer de haberla conocido aunque fuese por poco tiempo por se se marcho muy joven.
Una verdadera pena. Te visito `por primera vez y me gusta lo que expones en tus blogs así que ya tienes un nuevo amigo si como tal me aceptas.
Un saludo.

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